Comienzo a sentirme extraña. Un dolor en el pecho, mirada de asombro, miedo y falta de entendimiento. Luego, el dolor se vuelve intenso, pero no es un dolor fuerte, o sí, pero no tanto como para pensar en un infarto. Solo se vuelve constante y profundo, tan profundo que duele bien adentro, como si no tuviera fondo, como puñal.
Comienzo a sentir un cambio en mi respiración. De pronto, noto que respiro, pero el aire no entra. Me comienzo a sofocar. La falta de oxígeno me asusta, trato de respirar más rápido a modo que el aire entre, pero no, se queda en algún lugar entre la nariz y la garganta, sin llegar y sin siquiera rozar los pulmones. Comienzo a agitarme, a asustarme. No sé qué está pasando.
Cierro los ojos y pienso, en esas milésimas de segundo que se sienten eternas, qué me está pasando. Reacciono y me repito que no puedo perder el control. Comienzo a inhalar por la nariz y exhalar por la boca, tan poco como puedo y tan rápido como logro. Inhalo y exhalo. Inhalo y exhalo.
Logro sentir que el aire comienza a llegar, comienzo a tener control de mi respiración. Control de mi dolor. Inhalo y exhalo y me repito "no puedo perder el control".
Acabo de tener un ataque de ansiedad y como éste, otros cuántos cada vez que pienso en ti y que duele pensarte. Hoy, por ejemplo, tuve ocho.
Trescientos sesenta y cinco días de extrañarte demasiado.