Poco a poco, la tarde termina y se asoma la luna. Esa luna que te sigue todas las noches. La que sabe sobre tus alegrías, tus tristezas, tus penas y tus angustias. La misma luna que se vuelve una sombra en tu andar. La que se oculta tras el amanecer y se lleva tus secretos, incluso los más profundos. La misma que nos une en la distancia. Esa, esa luna.
En mi andar, he platicado con ella; incluso, he llorado con ella y también he reído. Esa luna que guarda todas mis ilusiones y mis más pretenciosos deseos. Esa luna que ha sido mi espía y mi confidente y, por que no, la que me ha acompañado en mis noches de locura y también las de pasión.
A ella, le debo desvelos y recuerdos, compañías y desaciertos. Le debo la luz de mis noches enteras, algunas en parques, otras reflejadas en el mar. ¡Qué luna! Luna que me ha hecho suspirar, que me ha robado el aliento y que ha estado en mis desalientos. A través de ti, puedo hablar. Me puedo expresar. Puedo sentir.
Cada una de tus etapas representa una manera de hablarme. Guardamos un lenguaje que solo tu y yo entendemos; ¡Nos entendemos! mi fiel amiga. Gracias por reflejarte sobre mi.